Del Internet de las Cosas al Internet del Cuerpo

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Diario LT, prensa digital.

Los dispositivos ya no solo apuntan a comunicarse entre ellos y a automatizar procesos, sino que las compañías comienzan a generar equipos que dialoguen y permitan mejorar la calidad de vida humana desde el mismo cuerpo. Acá te contamos más sobre esta nueva tendencia.

El del IoT (Internet de las cosas) es un desarrollo que venimos viendo desde hace años y, de acuerdo de los distintos avances y tecnologías, está cada vez más integrado al día a día de los usuarios. Desde cámaras inteligentes que están interconectadas en un sistema de seguridad del hogar, que puede ser monitoreo a distancia; asistentes de voz que pueden controlar todo desde una misma central; parlantes e impresoras inalámbricas, entre otros tantos. Y mucho más en el mundo industrial. Pero el IoB (Internet of Bodies, según sus siglas en inglés) es otro concepto que ha ido ganando terreno, para dar un paso más allá de “las cosas” e insertarse en las rutinas de los mismos usuarios y sus cuerpos.

Los dispositivos IoB son aquellos que, en el cuerpo humano y conectados a internet o bluetooth, pueden motivar -según sus resultados- a producir cambios o controles en la rutina. Existen desde aparatos inteligentes que pueden ser externos, como los smartwatch, por ejemplo, y que pueden registrar ritmo de sueño, estrés, entre otras tantas cosas. Pero “Analizando la data de los parámetros corporales y aplicando machine learning, se podría predecir la probabilidad de ocurrencia de algún problema de salud, como por ejemplo un ataque cardíaco u otros. Esto permite que las personas y su entorno puedan reaccionar a tiempo, mejorando las expectativas de recuperación y su calidad de vida”, dice Felipe Gómez. De hecho, es el mismo sector de la salud el que hace años viene apuntando hacia el tema.

Medicina conectada

En 2017 la FDA aprobó la primera pastilla inteligente -smart pill-, orientada a pacientes con esquizofrenia. El dispositivo, denominado Abilify MyCite, tiene un sensor ingerible incrustado en su interior y que registra si los usuarios han consumido su medicación del día. Pero no es solo eso. A través de una app pueden ver sus ciclos de sueño, actividad física, registrar ellos mismos sus estados de ánimo a través de emojis, y así los especialistas médicos tienen contacto casi en vivo y en directo con lo que esté sucediendo con su atendido.

Dos años después, también en Estados Unidos, se sumó EtectRx y que comenzó a comercializar su píldora de gelatina con un sensor inalámbrico incorporado para detectar las ingestas de medicamento y así monitorear a los pacientes, a través de un receptor -similar a un walkie talkie- que recibe la información y que puede ser revisada a través de una app móvil. Una vez disuelta la cápsula, el sensor es eliminado naturalmente por el organismo sin peligro alguno.

De acuerdo a Javier Morales, académico de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, estos dispositivos una vez al interior del tracto gastrointestinal empiezan a enviar señales por vía remota con respecto del bienestar del paciente a dispositivos externos y que pueden procesar esta información y facilitar diagnósticos que puedan lograr entregar terapias de mayor precisión sobre lo requerido. “Sería como un smartwatch, pero estaría en el tracto gastrointestinal y el propósito es dar datos del paciente a través de señales al exterior que puedan generar algún tipo de alarmas de tratamiento o conectar con el médico”, plantea el doctorado en Farmacia de la Universidad de Texas en Austin.

Este tipo de dispositivos, aplicados al sector médico o farmacológico, permitiría desarrollar, por ejemplo, lo que es la medicina de precisión. Como habrán más datos de los pacientes, con las píldoras y otros dispositivos que sumarán cada vez más información, se podrán entregar terapias ajustadas a las propias necesidades y no necesariamente suministrar pastillas u órdenes médicas genéricas.

El paradigma actual es crear cápsulas que tienen potencias definidas y así los pacientes se van dosificando. “A lo mejor un usuario no responde a los 100 mg, y necesita 323 mg, o los 200 mg pueden ser una sobredosis para otros y solo les basta con 42. Entonces, con el concepto de la medicina de precisión se podría entregar dosis mucho más definidas al milígramo o microgramo de acuerdo a cada paciente”, dice el también profesor de Biofarmacia y Farmacocinética.

Para el desarrollo de este tipo de tecnología, que en Chile aún no se trabaja, habrá que hacer “un esfuerzo entre las agencias que trabajen con electrónica y robótica, con agencias como el ISP o cientistas farmacéuticos que trabajen en el material de la recubierta que transportará a este dispositivo”.

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